¡Cuánto me gustaría conversar contigo! Preferiblemente
mientras damos un paseo a altas horas de la noche, por las calles de Murcia, la
orilla de la playa o por un nuevo sendero en la montaña. Sin estrés y ningún
tipo de bullicio, a ser posible tú y yo solos… O también sentados en una
terraza, el uno frente al otro, observándonos al detalle, escuchando cada una
de nuestras palabras, silencios y gestos. Compartiendo alegrías y tristezas, pequeñas
emociones y todo lo que nos pasa por la cabeza…
Ayer me encantó bailar contigo, pero había demasiada gente,
la música sonaba estridente y el
ambiente estaba demasiado cargado de personas,
luces y ruido. Ayer percibí el estrés que también puede vivirse en los locales
de ocio, cuando la música irrita y nos sentimos acelerados, sin saber muy bien
qué hacer, casi con la obligación de bailar y disfrutar, que es lo que se
espera de nosotros. Y fue precisamente ayer, por tenerte tan cerca y no poder
dirigirte más de dos palabras, cuando eché mucho de menos conversar contigo.