Más de dos horas sin parar de
correr. A un ritmo lento pero constante. Desde mi casa en el barrio de San
Basilio de Murcia, hacia Molina de Segura; cruzando la huerta; el campus
universitario de Espinardo; la Vía Verde del Noroeste, trazada sobre la antigua
vía de tren que enlazaba Murcia con Caravaca; un túnel apenas iluminado tras el
que asoma La Ribera de Molina. Me desvío azarosamente del camino por senderos
que atraviesan montes, pinares y vaguadas. Observo detenidamente la puesta de
sol, el paisaje, una bandada de pájaros perfectamente sincronizados en su vuelo
elegante y parsimonioso, una ardilla que huye rauda y veloz, el aroma y los
sonidos de la Naturaleza que se muestra en todo su esplendor.
Sentir que tu propio cuerpo te permite
recorrer un largo camino sin apenas esfuerzo y con la mente relajada, abierta a
nuevas sensaciones y a entrañables recuerdos de otras experiencias similares:
mi primera Carrera Popular de 6 km, mi primera y única Media Maratón hace ya
dos años por la huerta de Murcia, los largos paseos en bici de montaña también
por la Vía Verde, recorriendo distancias de más de 100 km en un solo día; la
amistad y complicidad con otros corredores y ciclistas con los que compartimos la
pasión por el ejercicio físico. La primera vez que salí a correr y tan sólo
pude aguantar un par de kilómetros. La facilidad con la que se gana en
resistencia con un poco de constancia y disciplina, saliendo a correr dos o
tres veces por semana.
La vida nos regala continuamente
nuevas sensaciones, a través del encuentro afectuoso con otras personas, con la
Naturaleza, la buena lectura, el cine, la música, el trabajo bien orientado a potenciar
el bienestar y la felicidad de los que nos rodean. Y nosotros, en justo agradecimiento,
procuramos cuidarnos, ilusionarnos y vivir con la intensidad que facilitan
nuestras múltiples capacidades en el ámbito físico, mental y espiritual.