Jiaying Tang es el verdadero nombre de Dora, una chica de Shanghai que se dejó caer por mi casa a través de una solicitud de couch (sofá o cama) desde la página web de CouchSurfing, una red social que agrupa a todos los que disfrutamos conociendo a nuevas personas de diferentes nacionalidades, culturas y formas de pensar, y que facilita la organización de encuentros desde para tomar un café hasta para hospedar o ser hospedado gratuitamente en las casas de otros couchsurfers.
Recibí un escueto mensaje de Dora explicándome que residía en Valencia, donde estaba aprendiendo español, y que quería pasar unos días en Murcia, con el objetivo de conocer nuestra cultura y también de bailar salsa, que es una de sus aficiones favoritas. Yo le respondí diciéndole que podía hospedarse en mi casa durante tres días y que podría enseñarle Murcia, además de salir a bailar salsa todas las noches que le apeteciera.
El pasado martes sobre las 10 de la mañana nos conocíamos personalmente en la estación de autobuses de Murcia, y a partir de aquí se iniciaba una de esas tantas historias de encuentros personales que conforman la vida, aunque en este caso con la impronta de una mentalidad abierta, tolerante y empática por ambas partes, lo que facilitó que la convivencia funcionase de forma más que satisfactoria.
Paseando por Murcia y visitando nuestros edificios más emblemáticos, museos, exposiciones y monumentos -especialmente le gustó la catedral-, Dora se mostraba muy seria, interesada y anotando en su libreta todo aquello que le parecía curioso o relevante para sus conocimientos de nuestra cultura e idioma. Cada vez que yo saludaba a alguien, ella se acercaba con decisión a mis conocidos y les sonreía con un entrañable y sonoro “¡¡¡HOLA!!!”, que todos ellos celebraban riendo y esperando a que yo les explicase: -Es Dora, de Shanghai, que ha venido a conocer Murcia durante unos días.
En casa se conectaba continuamente a internet –los dos en mi salón nos hacíamos compañía, cada uno centrado en su portátil-, cocinábamos juntos: ella, al principio, prefería observar y aprender de “mis dotes culinarias”, pero cuando comprobó mi torpeza frente a las cacerolas y sartenes, no tuvo más remedio que tomar la iniciativa y ser ella misma la que cocinase exquisitos platos que, según me decía, nunca había hecho antes. Nuestras conversaciones eran de lo más variado, pero a mí me interesó especialmente saber de Shanghai, de su vida en la ciudad más poblada de China –ya son 20 millones sus habitantes-, de la relación con sus padres - a los que pude conocer por Skype-, la censura política en el país, su experiencia como estudiante de Ingeniería Ambiental en la Universidad, el carácter y la forma de pensar de los chinos...
Pero si todo esto me resultó muy interesante, lo verdaderamente alucinante fue conocer a otra Dora completamente diferente e irreconocible en la pista de baile del Punta Cana, un local de salsa situado en la zona de las Atalayas de Murcia, al que acudimos a bailar el miércoles y el jueves pasadas las 12 de la noche. Causó tal sensación en la pista, que la sacaron a bailar los mejores bailarines de salsa, cautivados por su técnica, ritmo, movimientos, su exótico encanto y belleza orientales. Y al micrófono de la sala, mis amigos Javi (DJ Negro) y Elena la anunciaban como ¡¡¡Dora de Shanghai!!!, despertando la curiosidad y atención de los asistentes ante el extraño acontecimiento de “una china” bailando salsa al más alto nivel.
Hoy viernes, a las 3 de la tarde, nos despedíamos Dora y yo en la estación de autobuses de Murcia con un "hasta siempre", ya que seguiremos en contacto a través de internet y muy probablemente nos veamos de nuevo en Valencia, Murcia o Shanghai. Sin embargo sentí la tristeza de las despedidas, del saber que nunca se volverá a repetir esta pequeña historia de tres días, al menos de la misma forma y con los mismos ingredientes: las emociones del primer encuentro, el inicio y desarrollo de una comunicación con el propósito principal de agradar al otro y disfrutar de su compañía, la búsqueda de afinidades e intereses comunes, empezando por la comida y acabando por las ideas, proyectos o motivaciones más profundas en la vida… Y durante todo este proceso, el inevitable cariño que surge entre las personas cuando la convivencia es gratificante, entrañable, divertida y muy positiva.
Hoy viernes, a las 3 de la tarde, nos despedíamos Dora y yo en la estación de autobuses de Murcia con un "hasta siempre", ya que seguiremos en contacto a través de internet y muy probablemente nos veamos de nuevo en Valencia, Murcia o Shanghai. Sin embargo sentí la tristeza de las despedidas, del saber que nunca se volverá a repetir esta pequeña historia de tres días, al menos de la misma forma y con los mismos ingredientes: las emociones del primer encuentro, el inicio y desarrollo de una comunicación con el propósito principal de agradar al otro y disfrutar de su compañía, la búsqueda de afinidades e intereses comunes, empezando por la comida y acabando por las ideas, proyectos o motivaciones más profundas en la vida… Y durante todo este proceso, el inevitable cariño que surge entre las personas cuando la convivencia es gratificante, entrañable, divertida y muy positiva.
Hoy viernes, 31 de Diciembre de 2010, despido un nuevo año con la satisfacción de continuar vivo, ilusionado por seguir aprendiendo y compartiendo lo mejor de mí mismo con mis seres más queridos y con muchos otros, que al igual que Dora, también se crucen en mi camino.
Pd: Si te apetece ver a Dora bailando salsa en Shanghai, durante la fiesta de su 28 cumpleaños, pincha aquí.