miércoles, 15 de diciembre de 2010

Música y complicidad

Era una chica muy atractiva, la estuve observando durante algún tiempo frente a mí, y pese a no conocerla absolutamente de nada, me decidí casi sin pensarlo y sin mediar palabra alguna a extender mis brazos frente a ella, indicándole con el gesto y la mirada que la invitaba a bailar. Respondió con una amplia sonrisa y levantándose para acompañarme a la pista de baile, los dos cogidos de la mano hasta colocarnos en posición de bailar. Sonaba una bachata, un ritmo dominicano lento, romántico y sentido, salpicado de una percusión con timbales muy suave y acorde al tono relajado de la música. Enseguida percibí que a ella también le encantaba la versión de Lágrimas interpretada por el grupo Aventura,  lenta en sus primeros compases  e intensa en su momento central.  Los dos mirándonos a los ojos, sonriendo, enlazados en un fuerte abrazo y todavía sin dirigirnos la palabra, nos desplazábamos, deslizábamos y girábamos al ritmo de la música, básicamente dejándonos llevar por el entusiasmo y la confianza inesperadamente surgida entre dos personas que no se conocen de nada. Y era la música de una entrañable bachata la que se había ofrecido de Celestina, emocionándonos, mostrándonos una nueva forma de comunicación y conexión, también haciéndonos reír a carcajadas y llevándonos a sentir la profunda satisfacción de una complicidad que se inicia a través de la música.            

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