viernes, 17 de diciembre de 2010

Retiro espiritual

Es siempre muy grato conversar con mis amigos Paco y Pilar, mientras cuidan de sus hijos, en el jardín frente a mi casa. Nos conocemos desde hace más de 20 años, lo que nos ofrece una enriquecedora perspectiva de cómo nuestras vivencias, sentimientos, valores y opiniones evolucionan con el tiempo. Hace un par de años, Paco me pidió un favor un tanto sorprendente, que yo interpreté como un ofrecimiento muy especial. Me habló de su compromiso de acudir a la Capilla de Adoración Perpetua situada junto a la Catedral de Murcia, durante una hora a la semana, turnándose con otros feligreses para que la única capilla de oración abierta durante las 24 horas del día en Murcia nunca estuviese vacía. Su problema era que en un Domingo de los que le tocaba de 14 a 15 horas le coincidía con otro compromiso familiar y me pedía el favor de que lo sustituyese, permaneciendo en la capilla durante esa hora. No necesitaba una respuesta inmediata, pero sí mi confirmación acerca de si aceptaba o no con dos o tres días de antelación, lo que así hice comprometiéndome a sustituirle.        
    El Domingo acordado llegué a la Plaza de la Catedral puntual y con una edición de bolsillo de los Cuatro Evangelios: una hora me parecía mucho tiempo y la lectura del Nuevo Testamento me ayudaría a desempeñar responsablemente mi cometido.  Entré  a la Capilla de Santiago –así se llama-, muy pequeña y acogedora, apunté mi nombre como sustituto de Paco en el libro que recoge los turnos de oración, me saludó sonriente la persona que acababa de terminar el suyo, y permanecí sentado y en silencio junto a otras tres o cuatro personas que también habían entrado a la capilla…. Tan sólo recuerdo que la hora se me pasó volando y que sentí  la satisfacción de estar contribuyendo a un proyecto importante, más allá del “favor” que estaba haciendo a un amigo.  
    Tras esta curiosa experiencia, cada vez que paso por la Plaza de la Catedral, observo la Capilla de Santiago, a mano de derecha conforme se mira a la fachada principal de la Catedral, y me acuerdo de los cientos de murcianos que como Paco se turnan semanalmente con un propósito esencialmente religioso y espiritual. Y me conmueve la idea de que todavía persista  esa sensibilidad religiosa tan necesaria, útil y reconfortante en los momentos críticos, buenos o malos, que continuamente nos depara la vida.  

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