lunes, 6 de diciembre de 2010

En lugar de dormir la siesta

Esta tarde tomé una muy buena decisión cuando, en lugar de volver a mi casa después de comer para relajarme y descansar, opté por coger la bicicleta e irme de Murcia a Los Garres, disfrutando de un paisaje y un clima inusual en estos días de un ya avanzado Otoño: el cielo completamente despejado y la temperatura oscilando entre los 19 y 23 grados. Los paseos solitarios invitan a la reflexión y a una actitud un poco más observadora de lo que nos rodea. Cuando además sales de la ciudad te sientes mucho más inmerso en la naturaleza y más próximo a las personas con las que te cruzas, algunos asomados a las puertas de sus casas, otros en plena faena en la huerta y muchos observándote de forma discreta y amable.

    Los paseos en bicicleta pueden ser un deporte suave y saludable cuando uno se desplaza sin prisas, intentando relajarse y procurando disfrutar de toda la naturaleza: las montañas que rodean Murcia, las carreteras secundarias apenas transitadas por los coches, las casas de la huerta, una puesta de sol o una bandada de pájaros revoloteando en el horizonte. Y son precisamente estos pájaros los que me han animado a escribir estas letras como recuerdo de esta experiencia tan cotidiana como entrañable, cuando el estado de ánimo lo permite y somos capaces de dejar a un lado el estrés que tanto nos afecta (pobres controladores aéreos, incapaces de controlar su propio estrés en los momentos más críticos). Resulta que los mencionados pájaros, en una bandada de más de cien, revoloteaban y revoloteaban dando vueltas sin avanzar en ningún sentido. No sé por qué extraña razón, si climática o etológica, los pájaros no parecían ir a ningún sitio, como habitualmente suele suceder, buscando un mejor clima o latitud, sino que se empeñaban en simplemente dar vueltas, todos muy organizados en un gran grupo, pero sin más destino o propósito que el de volar sin salir de un pequeño espacio, lo que me ha permitido observarlos y disfrutarlos casi durante todo el camino de vuelta a Murcia.

    Dicen algunos que, a veces,  lo más sencillo puede significar algo muy importante e interesante en nuestras vidas. Y en efecto, una bicicleta, un precioso paisaje mediterráneo (me encanta Murcia, mi ciudad) y una bandada de pájaros un tanto despistada pueden hacerte sentir especialmente bien en una tarde otoñal del largo puente de la Inmaculada.




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