martes, 19 de abril de 2011

¿Os venís a una conferencia en bici?

Hace unas semanas, Miguel –nuestro querido Mimi– nos propuso a través de Facebook el curioso plan de asistir a una conferencia titulada “Cómo se destruye un paisaje y una forma de vivir”, a cargo del murciano Paco Franco, en los locales de una asociación de la pedanía murciana de Espinardo. Quedamos un jueves por la tarde a las 20 horas, frente al Ayuntamiento de Murcia, y desde allí nos dirigimos con cierta celeridad –queríamos llegar puntuales–  a Espinardo, más de treinta bicicletas atravesando Murcia ciudad, con la seguridad que ofrece el sentirte arropado por otros “locos” que como tú se atreven a circular en bici por unas calles saturadas de coches expandiendo sus peores humos.    
   Una vez en el local nos recibió un hombre muy afable y sonriente –después supe que era sacerdote y que el local pertenecía  a la Iglesia del Espíritu Santo, en un barrio marginal de Espinardo–, indicándonos la habitación en la que podíamos dejar las bicis y la sala en la que se iba a impartir la conferencia, donde todos nos sentamos y esperamos a que empezara. En ese instante me llamó la atención esa imagen de todos los “locos de la bici” sentaditos y en silencio, cual "colegiales disciplinados esperando al profesor", acostumbrado como estaba a observarlos en otros contextos bien diferentes: paseos en bici por la ciudad o la huerta y fiestas de "cerveza y patatas fritas" –mucho más ruidosas– a altas horas de la noche.  
   El ponente, Paco Franco, supo captar la atención del público durante las casi dos horas que duró su charla, con la tesis de que los murcianos no hemos sabido cuidar de nuestro más preciado tesoro, esa “huerta de Europa” que en parte hemos destruido en nuestro torpe afán de querer parecernos a otras ciudades “más avanzadas” que nada tienen que ver con nuestra cultura: edificios aparentemente sofisticados, grandes superficies comerciales y sobre todo carteles, numerosos carteles en enormes vallas publicitarias, que afean y deterioran el otrora paisaje huertano con sus preciosos limoneros, naranjos, tomateros y acequias.  Sin embargo, y a pesar de este panorama desolador, Paco Franco supo transmitirnos el necesario optimismo por el que todavía estaríamos a tiempo de recuperar el paisaje perdido y, sobre todo, la cultura y forma de vivir que siempre nos caracterizó a los murcianos, bien diferente a la cultura de esas otras grandes urbes europeas y norteamericanas.         

   Terminada la conferencia y con muchísima hambre –pasaban las 10 de la noche– nos dirigimos todas las bicis al bar “Las Acelgas” de Espinardo, donde por cierto se come fenomenal y muy barato, y a eso de las 00:30 regresábamos a Murcia ciudad, con el encanto que suponía atravesarla sin apenas coches, con la temperatura ideal de una noche de primavera y la sensación de plena libertad que da el circular en bici y a toda velocidad por la Plaza de la Redonda o la Gran Vía, dos de las calles más espaciosas y abiertas de Murcia, que "piden a gritos" su pronta transformación en vías peatonales con su imprescindible carril bici ;-).
   Mil gracias a Mimi, al resto de ciclistas y a Paco Franco por esa tarde-noche tan bien aprovechadas de reflexión sobre nuestras olvidadas raíces murcianas, tertulia apacible y divertida entre amigos, cena en "Las Acelgas", paseo nocturno en bicicleta y todo lo que vino después: visitas en bici a los locales de moda Atómic, Musik..., para algunos hasta altas horas de la madrugada. ¿Alguien da más?  

sábado, 16 de abril de 2011

Concierto de "notas perdidas" en la Universidad

Si tuviese que elegir mi instrumento musical favorito, sin duda sería el piano, por su destacado protagonismo a lo largo de mi vida. Entre los recuerdos de la infancia vienen a mi mente esos sábados por la mañana en los que me despertaba suavemente la música de Mozart, Beethoven, Bach, Chopin o Brahms, interpretada al piano por mi hermana, que a partir de una hora prudencial –nunca antes de las 10 de la mañana- practicaba en casa los ejercicios que le mandaban sus profesores del Conservatorio Superior de Música de Murcia.    
      Gracias a mi madre y a mi hermana, con tan sólo cinco años aprendí a interpretar al piano partituras facilitadas como la del villancico Noche de Paz o La Muñeira de Carpentier. Continué estudiando piano hasta los once y ya en la Universidad cursé algunas asignaturas de música y expresión corporal, que me animaron a retomar la afición de sentarme de vez en cuando frente al piano e intentar sacar algunas melodías. Más recientemente, mis cinco años como miembro de la coral universitaria de Murcia, me permitieron conocer a grandes pianistas y músicos con los que he disfrutado de largas veladas cantando e interpretando al piano las más variadas piezas musicales.
      Hace unos tres años, en el aula de audición de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia, nos juntamos un grupo de profesores y estudiantes para disfrutar de un concierto de piano a cargo de mi querida amiga Blanca, que generosamente se ofreció para deleitarnos con su talento, sensibilidad y creatividad para la interpretación musical. El hecho de que nos conociésemos casi todos los asistentes y de que Blanca fuese más una amiga y compañera de trabajo que una simple y distante concertista, generó una atmósfera familiar, entrañable y de complicidad, gracias a la que Blanca tuvo la libertad de expresar verbal y musicalmente lo que en cada momento considerase oportuno, con el beneplácito y la respuesta participativa de un público completamente entregado y expectante. Su “concierto de notas perdidas”,  porque así decidió llamarlo Blanca en un programa muy cuidado y de amplio recorrido histórico: desde “El clave bien temperado” de Bach hasta las “Danzas rumanas” de Bartók, pasando Mozart, Schuman y Granados; nos hizo disfrutar, sonreír y viajar por los senderos de la creación musical, de la mano de alguien que sabe vivir la música, sentirla y transmitirla con cariño, esmero y una sincera emoción.
       El pasado sábado por la tarde, en casa de Blanca, le recordé lo mucho que disfruté en ese concierto y le pedí que me escaneara la imagen que se puede ver tras este párrafo y que en su día ilustró el programa de su “concierto de notas perdidas”.  Ella mismo dibujó esas "corcheas viajeras" desplazándose a través de la vía de un tren,  cual metáfora genial del devenir de la música y esas emociones que inspira, tan cercanas a las sensaciones más añoradas de nuestros viajes y nuestra infancia.


      El concierto terminó con una sorpresa, una obra que no figuraba en el programa y que Blanca había compuesto semanas antes, precisamente como el mejor regalo que podía ofrecernos a sus amigos y compañeros en la sala. La mayoría de los que allí estábamos descubrimos en ese instante una nueva faceta de Blanca como creadora musical y quedamos impresionados por la belleza de una melodía tan entrañable, auténtica, espontánea y jovial como su autora. Nuestra querida pianista, que con tanto cariño y sensibilidad había interpretado a los clásicos más conocidos, culminaba deleitándonos con su más íntima visión de la música, a través de una melodía inspirada desde su personal experiencia y formación musical.
    Nunca olvidaré este brillante y singular concierto de piano. Nunca olvidaré la melodía de esa obra inédita de Blanca que tantas veces le he pedido me volviese a interpretar y que hoy, desde estas líneas, aprovecho para pedírsela en un formato sonoro que me permita  insertarla  en este post y tenerla siempre accesible en “mi álbum de vivencias y recuerdos”.