miércoles, 9 de julio de 2014

Martes con mi amiga Teresa

Sus numerosas obligaciones sólo le permiten que nos veamos un día a la semana, generalmente los martes o miércoles. Nos conocimos casi por casualidad, los dos paseando en bici por Murcia capital, y desde el primer instante sentimos una fuerte conexión entre nosotros. Planificamos nuestro primer martes con una excursión en bici, en dirección al Valle de Ricote. Quedamos a las 18 horas en la Biblioteca General de la C/ Juan Carlos I de Murcia, de allí fuimos al Campus Universitario de Espinardo, cogimos la Vía Verde del Noroeste, trazada sobre la antigua vía de tren que unía Murcia y Caravaca, atravesamos Molina de Segura y una vez llegamos al río, abandonamos la Vía Verde para girando a la derecha y siguiendo el cauce del río Segura, a tan sólo 700 metros descubriésemos un paisaje completamente diferente:  predominaba el  verde frondoso, decenas de chopos altísimos, el río expandido como un lago, la brisa suave aliviando el calor de aquella tarde, el dulce trino de varias especies de pájaros…. Literalmente tumbados a la orilla del río disfrutamos de la Naturaleza, del regalo de sus vistas, su aroma, sus sonidos, su tacto y su sabor a “cerezas y chocolate”, que fue lo que merendamos mientras contemplábamos una maravillosa puesta de sol.  Sentí la necesidad de abrazar a Teresa, pero no me atreví a pedírselo.

   El pasado martes planificamos algo muy poco habitual. Quedamos a las 21:30 en la puerta del cine Rex, uno de los pocos que quedan abiertos en la ciudad. También llevábamos comida para la cena en la mochila  -bocadillos, fruta y chocolate-. Hacía mucho calor en Murcia, pero conforme nos alejábamos de la ciudad, ya en el carril bici que bordea el río Segura, sentimos el alivio de una brisa sensacional. Nos desplazamos en dirección a Alcantarilla y paramos en la Contraparada, un azud o presa pequeña donde el río retiene su curso en forma de cascada. De forma inesperada, Teresa sacó un libro de su mochila y empezó a leer poemas de Mario Benedetti. Extendí mi toalla en el suelo, me tumbé y aproveché para sumergirme y concentrarme en las maravillosas sensaciones que estaba experimentando: la melodiosa y emocionada voz de Teresa, el mensaje de los poemas de Benedetti, el murmullo del río segura como “música de fondo”,  una intensa luz blanca que provenía de la luna llena, la brisa de la noche, la magia de la oscuridad.  Nos dimos un abrazo sincero, muy tierno, cariñoso, sentido y duradero, del que ninguno de los dos nos queríamos separar. 

   Eran las 2 de la madrugada cuando regresábamos a Murcia, también disfrutando al máximo de las bicis en el viaje de vuelta y en mi caso con la nostalgia de que concluía una noche muy especial para los dos. Una vez en el portal de la casa de Teresa, volví a abrazarla y nos dijimos con la voz un tanto emocionada:

-             - ¡Ha sido maravilloso, vivir tan intensamente lo que nos regala la Naturaleza. Una experiencia única, nos lo hemos pasado genial!

   Y yo le respondí:

  - ¡Hasta el próximo Martes, Teresa!

lunes, 23 de junio de 2014

Dona nobis pacem

Dona nobis pacem significa “danos la paz”. Todos los músicos geniales de la historia, como Beethoven, Mozart o J. S.  Bach, han compuesto su particular “dona nobis pacem”,  en formato de canon para música coral. Pero mi preferido es, con diferencia, el del compositor murciano Manuel Soler Tenorio, un buen amigo con el que tuve la oportunidad de compartir muy emotivos y entrañables momentos  durante mi etapa como miembro de la coral universitaria de la Universidad de Murcia, entre los años 2000 y 2004.

   El primer día que invité a mi casa a Manuel, junto con otros miembros de la coral universitaria, cuando les enseñé mi habitación, explicándoles medio en broma que la cama de 1’90 metros que acababa de comprarme era de “diseño italiano” y “fabricada en la mismísima Milán”, a Manuel no se le ocurrió otra cosa que "tirarse en plancha" sobre el colchón ante la mirada estupefacta y la carcajada general de todos los presentes. Por aquel entonces Manuel era un jovencísimo cantante de la coral universitaria, que ya apuntaba maneras de genio con excentricidades como la que acabo de relatar.

   Dos años después de esa “inolvidable visita” a mi casa de Murcia, cuando tras los ensayos de los jueves de la coral, habitualmente nos juntábamos a cenar en el bar Ipanema, justo en frente del campus de la Merced de nuestra Universidad, Manuel llevó un borrador de la partitura de su “Dona nobis pacem”, que acababa de componer, y nos sugirió que la cantásemos entre él mismo (bajo),  Lucía (soprano), Ana María (contralto) y yo (tenor). Salimos a la calle huyendo del ruido del bar y en ese contexto, en una fría noche invernal frente a la fachada de la Facultad de Derecho, en la zona de “las tascas” de Murcia, sonaban por primera vez los acordes de tan bella composición.

   Cantar o escuchar el “Dona nobis pacem” de Manuel, transmite mucha paz, sosiego y serenidad. La sencillez de la melodía, la conjunción armónica de las cuatro voces y la continua repetición del único estribillo, cual mantra sagrado en busca de la felicidad, inducen a meditar y a dejarse llevar. Nuevamente la música nos aporta placer, nos emociona e inspira la esperanza en un mundo mejor, donde lo más importante seamos nosotros mismos, y nuestro esfuerzo por ser cada día más receptivos al don divino de la paz.

Pd.  Si tú también deseas emocionarte escuchando el “Dona nobis pacem” de Manuel Soler Tenorio, puedes pinchar aquí.   


domingo, 15 de junio de 2014

"Está sonriendo"

A Esther la conocí mi primer año como profesor contratado en la entonces Escuela Universitaria de Trabajo Social de la Universidad de Murcia. Es la mujer más auténtica, sabia,  atractiva y generosa que jamás he conocido. Y después de mis queridísimos padres, una de las personas que más han influido en mi vida, en mi carácter, en mi sensibilidad y cariño por las personas que me rodean, en mi actitud positiva y apasionada por la vida… Conversar con Esther, durante horas y horas, habitualmente en una cafetería de Murcia o en su despacho, ha sido una de las experiencias más gratificantes y maravillosas de mi vida. He aprendido y sigo aprendiendo muchísimo de ella. De sus palabras, su actitud ante la vida, su compromiso social, su espiritualidad y su pasión por todo lo humano y la docencia, que también ejerció en la Universidad de Murcia.    

   Después de unos diez años sin saber nada de Esther, el pasado viernes me animé a llamarla al teléfono fijo de su casa. No estaba allí, pero se puso al teléfono su marido Joaquín, al que también quiero muchísimo, y con el que estuve conversando más de una hora, intercambiando confidencias, aprendiendo de sus siempre sabias palabras por su profundo conocimiento del ser humano y la filosofía. Me explicó que regresaban a Viena el domingo por la mañana y que por su apretada agenda en Murcia era prácticamente imposible que pudiésemos abrazarnos en Murcia. Y me animó a que llamase otra vez, el sábado por la noche, porque a esa hora podría hablar y despedirme de Esther hasta su regreso definitivo a Murcia para las próximas Navidades.

   Ayer sábado fue un día muy muy muy especial. De esos que jamás olvidaré en mi vida. Conocí a Pilar, Miguel, Mª Ángeles, Moisés y Eva. Todos participamos en una carrera popular de 5 km, a las 10:30 de la mañana, por el paseo marítimo de la playa del Campello, en Alicante. Con el mar Mediterráneo acompañándonos todo el camino y nuestro espléndido sol dando color y vivacidad al paisaje. Disfrutamos de la carrera, de sentirnos acompañados, solidarios y cómplices de los más de 1000 corredores participantes. Después de la carrera, algunos bailamos salsa en el mismísimo paseo de la playa, al mediodía y aprovechando la música que animaba la fiesta. Nos bañamos en el mar Mediterráneo, comimos, regresamos a Murcia donde realizamos una corta ruta en bici acompañados del intenso y rico aroma a jazmín y limoneros de nuestra maravillosa huerta. Y ya completamente reventado, cuando acababa de llegar a mi casa a eso de las 12 de la noche, volví a llamar a Esther. Se puso al teléfono su marido Joaquín.

   -Fulgencio, Esther sabe perfectamente que eres tú y está sonriendo.
      
   Fue muy emocionante volver a conversar con Esther después de tantos años. Quedamos en que aprovechando las nuevas tecnologías, los "wasap", el "skype" y el correo electrónico, seguiríamos en contacto hasta las próximas Navidades, para las que ya hemos  planificado una cena en su preciosa casa frente a la sierra de la Cresta del Gallo, a unos 6 kilómetros de Murcia capital.

   Esther, hoy domingo me he despertado a las 6 de la madrugada, con la necesidad e ilusión de escribir este post de la serie de más de 20 en los que relato las vivencias más intensas y gratificantes de mi vida en mi queridísima Murcia. Os lo dedico a los dos, a tu marido Joaquín y a ti. Os quiero muchísimo.  


jueves, 1 de mayo de 2014

Jawara

Casi todos los días salgo a correr por el Jardín de la Seda en Murcia. Cuando me cruzo con un corredor/a que sigue un ritmo similar al mío, soy aficionado a proponerle correr juntos y así hacer más llevadera la tarea. Esto también me permite conocer a nuevas personas, su forma de vida, creencias, hábitos, formas diferentes de entender la vida.

Hoy regreso de correr mis 10 km diarios -12 vueltas al Parque de la Seda más el camino de regreso a mi casa- y he tenido el placer de conocer a Jawara, un inmigrante senegalés de 28 años que vino en una patera a España hace 8 años, entiende perfectamente el castellano y trabajaba hasta hace un mes de jardinero. Todavía "sin papeles", su jefe, imagino que afectado por la crisis o tal vez por un defecto en su personalidad -se es evidentemente mucho más feliz cuando se obra de forma honrada, cuando nos sentimos queridos y queremos a los demás-, lo engañó y lo echó del trabajo dejándolo completamente desamparado.

Jawara planea pasar la frontera francesa de forma similar a como cruzó media África y después el océano Atlántico, porque sabe que en Francia la tasa de paro es más baja que en España y confía en que allí podrá encontrar trabajo y regularizar sus papeles más fácilmente. Le he manifestado mi admiración por todos los que vienen en pateras con el esfuerzo, coraje y la ilusión de encontrar un mundo mejor. Le he dicho que son los más fuertes, preparados e inteligentes, algo que me negaba medio sonriéndose ante mis palabras. También le he comentado que salgo a correr con cierta frecuencia por el parque de la Seda y que me gustaría cruzarme de nuevo con él para seguir conversando.

Hoy más que nunca he vuelto a sentir el azote que la crisis nos viene dando ya siete años. Recuerdan los más pesimistas que la crisis del 29, la más profunda que se conoce, duró en Estados Unidos 16 años y acabó con la Segunda Guerra Mundial. Yo soy de los optimistas que confían en el enorme potencial del ser humano, con sus virtudes y defectos, pero también con la grandeza de un fondo de bondad y sensibilidad que todos tenemos, y que nos permite sobrevivir a las adversidades en nuestra lucha y esfuerzo diarios por ser cada día mejores personas.