Dona nobis pacem significa “danos la paz”. Todos los músicos
geniales de la historia, como Beethoven, Mozart o J. S. Bach, han compuesto su particular “dona nobis
pacem”, en formato de canon para música
coral. Pero mi preferido es, con diferencia, el del compositor murciano Manuel
Soler Tenorio, un buen amigo con el que tuve la oportunidad de compartir muy
emotivos y entrañables momentos durante
mi etapa como miembro de la coral universitaria de la Universidad de Murcia,
entre los años 2000 y 2004.
El primer día que invité a mi casa a Manuel, junto con otros
miembros de la coral universitaria, cuando les enseñé mi habitación,
explicándoles medio en broma que la cama de 1’90 metros que acababa de
comprarme era de “diseño italiano” y “fabricada en la mismísima Milán”, a
Manuel no se le ocurrió otra cosa que "tirarse en plancha" sobre el colchón ante
la mirada estupefacta y la carcajada general de todos los presentes. Por aquel
entonces Manuel era un jovencísimo cantante de la coral universitaria, que ya
apuntaba maneras de genio con excentricidades como la que acabo de relatar.
Dos años después de esa “inolvidable visita” a mi casa de Murcia,
cuando tras los ensayos de los jueves de la coral, habitualmente nos juntábamos
a cenar en el bar Ipanema, justo en frente del campus de la Merced de nuestra
Universidad, Manuel llevó un borrador de la partitura de su “Dona nobis pacem”,
que acababa de componer, y nos sugirió que la cantásemos entre él mismo (bajo),
Lucía (soprano), Ana María (contralto) y
yo (tenor). Salimos a la calle huyendo del ruido del bar y en ese contexto, en
una fría noche invernal frente a la fachada de la Facultad de Derecho, en la
zona de “las tascas” de Murcia, sonaban por primera vez los acordes de tan
bella composición.
Cantar o escuchar el “Dona nobis pacem” de Manuel, transmite
mucha paz, sosiego y serenidad. La sencillez de la melodía, la conjunción
armónica de las cuatro voces y la continua repetición del único estribillo,
cual mantra sagrado en busca de la felicidad, inducen a meditar y a dejarse
llevar. Nuevamente la música nos aporta placer, nos emociona e inspira la esperanza
en un mundo mejor, donde lo más importante seamos nosotros mismos, y nuestro
esfuerzo por ser cada día más receptivos al don divino de la paz.
Pd. Si tú también deseas
emocionarte escuchando el “Dona nobis pacem” de Manuel Soler Tenorio, puedes
pinchar aquí.