martes, 18 de enero de 2011

Inmersos en la Naturaleza

Hace algunos días invité a Susa, una chica alemana que acaba de llegar a Murcia, a conocer algunas de las playas de nuestra Región, a poco más de cuarenta minutos en coche de la ciudad.  Susa nos visitaba con el propósito de decidirse entre varias ofertas para realizar sus prácticas profesionales universitarias  en las ciudades de Londres, Madrid,  Stanford (California) o Murcia. La impresión que obtuviese de Murcia, sus gentes, su clima y alrededores, influiría mucho en su decisión, así que decidí emplearme a fondo como “comisionado de la candidatura de Murcia” para sus inminentes estudios universitarios durante el segundo cuatrimestre del presente curso académico.    
      Llegamos a Cabo de Palos pasadas las dos de la tarde, subimos andando al faro y desde allí pudimos contemplar las magníficas vistas del Mediterráneo rodeándonos por todos lados y del Mar Menor, separado del Mediterráneo por la estrecha franja de tierra que constituye la localidad de La Manga. Pese a estar en pleno invierno, el día era muy apacible, despejado y soleado, con una temperatura en torno a los 18 grados. Yo disfrutaba explicándole a Susa el fenómeno de “los dos mares”, la curiosa circunstancia de que en cualquier punto de La Manga del Mar Menor  conviviesen dos playas naturales, la de una enorme laguna y la del mar Mediterráneo; cuando ella se percató inmediatamente de la disonancia entre la belleza que nos ofrecía la Naturaleza y la desafortunada cantidad de edificios afincados en La Manga, construidos de forma un tanto antiestética y desordenada.   
       − ¿Y todos esos  edificios son hoteles?  –me preguntó  pensando en las inevitables consecuencias de la mal llamada “promoción turística”.
      El comentario de Susa me hizo reflexionar sobre lo que ella buscaba realmente en la playa y decidí cambiar el rumbo hacia uno de los pocos espacios protegidos del litoral murciano: la playa de Calblanque. Una vez dejamos el coche en el parking habilitado para los visitantes, fuimos andando hacia la playa por un sendero perfectamente acotado y nos encontramos  solos frente a la inmensidad del mar, por detrás rodeados de montañas y en lo alto un sol radiante ligeramente suavizado por la estación invernal. Después de correr como niños por la playa, mojarnos con el agua - en absoluto fría-, hacernos fotos mientras saltábamos y no parar de reír y alborotar, el cansancio nos permitió disfrutar todavía más de la Naturaleza, cuando ya sentados en la arena y tras unos minutos de silencio, concentrados tan solo en el sonido y el aroma del viento y el mar, Susa me dijo que no quería irse de allí, que se sentía genial…    
Pd: Después de tres días conociendo Murcia y el programa Paciente Experto en nuestra ciudad, Susa nos escogió como destino para continuar su formación universitaria, curiosamente centrada en la promoción de la salud y el bienestar, a través de la búsqueda de un mayor equilibrio con la Naturaleza.             

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por tu comentario. Me alegra saber que alguien puede sentirse identificado con lo que escribo.
    Por cierto, tienes un blog interesantísimo.

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  2. Muchas gracias a ti también por interesarte por mi blog. El tuyo lo encontré por casualidad y me gustó especialmente ese estilo de reflexión personal que tanto nos ayuda a comprendernos mejor: en el fondo todos los humanos somos muy parecidos y además la música está presente en muchos de nuestros sentimientos :-). Un saludo desde el soleado sureste español ;-)

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